OPINIÓN
Un poco de historia sobre el Delta
Por Aprendelta*
Entre anécdotas, leyendas y realidades sobre la histórica vida en el Delta. Es muy importante conocer cómo era y cómo es realmente la vida de los habitantes allí. No es como la de cualquiera, los ríos, el clima, las crecidas, las inundaciones extraordinarias y demás sucesos conocidos por cualquier habitante de la región, hacen de ellos personas aisladas, meditativas, más en contacto con la naturaleza, más pacientes, con un ritmo de vida desacelerado, dispuestas a soportar y aceptar lo que el medio donde habitan tenga para darles, sea esto bueno o malo. Definitivamente, un sistema de vida muy diferente al conocido por los habitantes del continente.
A principios del siglo XIX, la navegación interior del Delta tenía escasas vías netamente navegables. Las principales las representaban los ríos Capitán y Carabelas.
La mayoría de canales se encontraban obstruidos por cantidad de juncales y camalotes que no permitían el libre paso, ni siquiera con embarcaciones pequeñas. Es así que la comunicación hacia las actualmente llamadas Segunda y Tercera Sección de Islas, debía realizarse directamente por el Río de la Plata.
Por el año 1867 existían en el río Carabelas cuatro fábricas de tejas, baldosas y ladrillos y también una fábrica de café de achicoria. La economía de la zona se sustentaba en la demanda masiva de sus productos por la ciudad de Buenos Aires. Ejemplo de ello era el abastecimiento de papas, frutas (principalmente el durazno), leña, formio, junco, mimbre y flores. La ganadería local contaba en 1894 con cinco mil vacunos, más seiscientos otros animales, entre equinos, ovinos y porcinos. Un pasaje de la mitad del siglo XIX, habla del Delta en estos términos: “Estas islas estuvieron despobladas hasta hace pocos años, pero debido a que el señor Sarmiento actualmente presidente de la República supo apreciar su belleza y fertilidad comprobándolo en su propia isla ubicada en el cauce de la Reculada donde cultivó con sus propias manos frutas, verduras y árboles, cobraron interés y comenzaron a poblarse. Todos los canales están bordeados por grandes sauces que inclinan las ramas hasta la superficie del agua y membrillos que producen frutos de tamaño enorme”.
Los pequeños vapores alimentados con cortes de maderas del Delta, remolcaban las canoas de los isleños que venían a vender sus frutos por un precio razonable, acorde a los tiempos que corrían. Los centros de comercialización estaban representados por el canal San Fernando y el Puerto del río Tigre, este último llamado por los isleños el “Mercado viejo” o “Mercado de los ingleses”.
El mercado de frutos del río Tigre, fue inaugurado el 27 de octubre de 1897. La Compañía del ferrocarril abrió en la estación terminal de la línea R, una dársena, e instaló allí un tinglado, que a los pocos años resultó insuficiente. En abril de 1924 el gobierno resolvió trasladar el mercado de frutos a su emplazamiento actual, que comenzó a funcionar a mediados de la década del ´30.
A medida que el convoy avanzaba se iban incorporando más embarcaciones; nos da una idea de la lentitud de estas operaciones, las cuatro horas que tardaban estos convoyes en realizar, por ejemplo, el trayecto desde Dique Luján hasta el puerto de Tigre. El isleño frutero solía levantarse muy temprano, tres, cuatro de la madrugada para cargar las canoas con la fruta y rumbear al puerto de frutos. Llegar primero le garantizaba estar más cerca de las escaleras o del espigón y la esperanza de vender en plaza a unos centavos más, de ahí volvía para ayudar a los otros miembros de la familia con las tareas del día, cosechar fruta, clasificarlas, encanastarlas, y volver a cargar las canoas. “La vida en el Delta es sacrificada, pero tiene sus privilegios y sus gratificaciones”, es la opinión de la mayoría de sus habitantes.
La demanda de los habitantes isleños por el contacto con los centros urbanos del continente como San Fernando y Tigre, tanto por trámites económicos, administrativos, de salud o sociales, hicieron que a principios de 1900 se aceleraran los recursos alternativos en el transporte. También se incrementaron los trabajos de apertura de canales.
En 1911 se abrieron los canales Arias, de la Serna, Arana, Alem, Irigoyen, Canal 4 y Canal 5 entre otros. Entrado el siglo XX, el turismo en el Delta comenzaba a crecer a pasos agigantados. En el caso de Tigre, el ferrocarril resultaba muy cómodo, puesto que el público descendía del mismo y a pocos pasos podía abordar los vapores.
Texto Clara M. Peña y Lorena Tokatlian adaptado por Aprendelta del libro “Desde el Vapor” de Pablo Pereyra | Fotos: A- Vapor “Isleños Unidos” AGN; B- Tigre 1922 Biblioteca Nacional; C- Estación Fluvial Tigre (1948); D-Alumnos de la Escuela Industrial Belgrano aprendiendo a tejer el mimbre cultivado en las islas del Bajo Delta Insular (c 1929). Foto: AGN, E- vaporcito Carolina con convoy de canoas, de regreso del mercado de Tigre (1903) AGN. F- Paseos por el Tigre (1911) AGN Buenos aires, Argentina.
(*) Aprendelta. Grupo de investigadores y docentes pertenecientes al Instituto 3iA -UNSAM, UBA y CONICET. El Programa de Educación Ambiental Aprendenta lo llevan a cabo en las escuelas del Islas desde el 2008. Han ganado el Programa del Voluntariado Universitario, Un Premio Ramsar llamado “Humedales para el futuro” con los que lograron hacer el libro de Patrimonio Natural y Cultural de las islas que fue premiado por la GAEA como mejor obra científico original del año 2012 y otro la Guía de animales, plantas y hongos de las islas.