Marisa González presenta el libro ‘El Silencio. La dictadura en el Delta’

by Sabrina Garcia | 23 noviembre, 2024 1:19 pm

Por Sabrina García


Marisa González de Oleaga presenta el libro ‘El Silencio. La dictadura en el Delta’, un trabajo de más de diez años en donde contó con la participación y el compromiso de muchos habitantes del Delta.

Nacida en nuestro país, se exilió en España junto a sus padres cuando tenía 15 años de edad. Marisa es historiadora y profesora titular de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Nacional de Educación a Distancia en aquella tierra. En la actualidad vive un poco en la Sierra de Guadarrama (España) y otro poco en Arroyo Caracoles, en el Delta sanfernandino.

Parte de su historia, del desarraigo, los amores y amigos que la dictadura militar desarmó en esa temprana adolescencia llevaron a Marisa a indagar y rearmar o “desterrar” un pedazo de historia que tiene como protagonistas a isleños de nuestro Delta y su vínculo con el genocidio.

Ver: Día de la Memoria: El Silencio eterno

En 1979 una comitiva de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) visitó a nuestro país alertados por exiliados y familiares sobre desaparecidos y crímenes de lesa humanidad. La presencia de la comitiva llevó a los genocidas de la ESMA a realizar modificaciones en el edificio donde funcionaba el Centro Clandestino de Detención de la ESMA y a trasladar a los detenidos a una isla en la tercera sección del Delta, San Fernando, conocida como Quinta El Silencio. Esa historia es la que atraviesa este libro y cómo impactó (e impacta) en la comunidad isleña.

-¿Cómo se inicia el trabajo que finaliza en el libro?

Esto empieza con la localización, hay una palabra rara que es lo de localización porque estaba localizado, pero digamos ponerlo en el mapa donde estaba El Silencio.

Todo el mundo había hablado de El Silencio, los sobrevivientes en el ’85 en los Juicios, pero nadie sabía dónde quedaba exactamente. Horacio Verbitsky había escrito un libro sobre El Silencio. Lo que a él le interesaba era implicar a la Iglesia no lo que había pasado allí. Él lo ubica en el arroyo Tuyú Paré en la desembocadura del Miní, un poco vago, no es un punto concreto.

Después Mario Villani (trabajador del INTI sobreviviente de la dictadura) lo menciona en su libro Desaparecido y fue hasta el lugar acompañado por la televisión canadiense. Pero como pasa en este país los distintos actores no se ponen de acuerdo, entonces las cosas no circulan. O sea que yo fui en realidad a buscar aquello como a quien va a buscar una aguja en el pajar, como yo tengo una casa cerca en Arroyo Caracoles, dije: ‘Bueno, voy a ver dónde queda esto’ y tuve la suerte de poder fotografiar por dentro todo tal y como estaba hace cuarenta y pico de años. Con esas fotografías, me pongo en contacto con los sobrevivientes y se presentan en el juicio ESMA 3

-¿La casa estaba abandonada?

No, no estaba abandonada. Estaba custodiada por un guarda que en ese momento no estaba y por eso pudimos entrar. La puerta estaba abierta. Pude fotografiar: estaban las camas, los muebles, la cocina de carbón, igual que hace 40 y pico de años. Cuando se las muestro a los sobrevivientes me dicen: “Está igual”.

El Silencio. Foto de Marisa González de Oleaga[1]

El Silencio. Foto de Marisa González de Oleaga

La segunda vez voy a reconocer la casa chica, porque yo en realidad en principio solo pensé que era una casa. En ese oportunidad estaba el guarda y no me deja entrar, no me deja ni acercarme.

La tercera vez voy con los sobrevivientes y con la televisión. Ahí hacemos un reconocimiento mucho más profundo. Encuentran el buggy, los tanques de gas como los que cocinaban, la piedra para afilar, un montón de objetos que estaban todavía ahí. Ahí arranca una investigación y me doy cuenta que, más allá de la curiosidad, lo que me interesa es ver qué pasó en ese lugar. La memoria en este país está judicializada, quiere decir que como depende de los juicios es un tipo de memoria, pero ese tipo de memoria que apela la prueba y a la condición de víctima a mí no me interesaba, a mí me interesaba más la cuestión de la resistencia como habían resistido.

Yo ya había echado el ojo al al tema de los chicos en las escuelas, a mí me interesaba ver qué pasaba con las nuevas generaciones, qué registro había y cómo les habían transmitido esta historia. El Delta es un lugar paradójico…

-Ya lo creo. Se llama El Silencio y es un secreto a voces.

Totalmente. Todo el mundo sabía que eso existía ahí, pero también es verdad que todo el mundo estaba aterrorizado. Entonces bueno, lo que hago es entrevistar a los sobrevivientes varias veces algunos como El Sueco 12 veces (Carlos “El Sueco” Lordkipanidse, ex detenido desaparecido que estuvo dos años y medio en la ESMA) hasta que conseguí llegar a donde quería llegar que era el tema de la resistencia: habían hecho puntas de flecha para poder escapar, una de las sobrevivientes había llevado una valija, ese tipo de cosas.

Capucha en El Silencio. Foto Sabrina García[2]

Capucha en El Silencio. Foto Sabrina García

Cuando terminé, el impacto había sido para mí de tal calibre, que yo me preguntaba cómo había sido el impacto de ese lugar y en la dictadura porque cuando vos preguntabas nadie sabía nada. Entonces empieza el trabajo con los isleños y empiezan a salir cosas no solo de El Silencio, sino montones de cosas que tienen que ver con vuelos de la muerte, enterramientos, fondeados -que es algo de lo que no se habla-, tambores, cremaciones, etcétera. Se empieza a extender también para el delta de Escobar, no solamente la primera, segunda y tercera sección, empiezan a llegarme informaciones, gente que va a palmear a la puerta de mi casa en el Delta para contarme lo que vio, gente que me manda audios. Se arma como una especie de revuelo pero ese revuelo queda en la nada en el 2015. En octubre del 2015 gana Macri la gente no vuelve a hablar.

Yo necesitaba seguir investigando. Bueno, me voy a tres escuelas, hablo con las maestras y con la directora, me dicen que sí, entonces lo que hago es trabajar con los chicos, lo que hago es pedirle a los chicos que hagan fichas, como un trabajo para la escuela, que vayan a casa y pregunten. En algunos casos entrego grabadoras, porque los chicos les encanta jugar. De ahí sale un material maravilloso, no solo informativo que es importante, sino el efecto que esto tiene los propios pibes, la sensación de que algo que les habían robado de ese pasado, y esa especie de ambigüedad respecto a la autoridad. No saben por qué, pero la autoridad siempre es un problema para un isleño, de repente empiezan a entender por qué es un problema, porque pasaron las cosas que pasaron. Entonces con todos esos mimbres, digamos, confecciono el libro.

Es un libro que es tripartito. Es una forma de experimentar conmigo misma porque en realidad no se trata de una historia que a mí me cuentan sino una historia que vamos construyendo entre todos. Yo llamo a eso una historia cooperativa, una memoria que es una memoria construida entre todos y yo vi en ese sentido lo que significó para mí poder participar de esa construcción y lo que significó para los pibes también poder participar de esa construcción.

-Ellos también siendo parte de recuperar una historia, de desenterrar una historia…

No es lo mismo que te cuenten la historia de San Martín, que ya te la cuentan hecha, que construir, ayudar a construir esa historia, ayudar a sacar, a desenterrar esa historia. Es un libro con un tinte muy autobiográfico porque soy parte de ese experimento y también con una visión muy literaria. No es un libro periodístico.

el silencio libro de marisa[3]Además, es una etnografía del Delta porque ahí gracias a todo esto yo aprendo muchas cosas del Delta. La persona que me acompaña sistemáticamente en toda la investigación es una isleña, yo puedo hacer esto gracias a ella que es María del Carmen Ricciardo, que es a quien le dedico el libro además de El Sueco y ahí aprendo muchísimas cosas como qué significa vivir en el Delta, que no tiene nada que ver con vivir en la ciudad. El Delta no es un lugar amable, es un lugar complicado para vivir, fascinante y complicado. Es un lugar donde el agua es tierra, la tierra es agua, vos planificaste todo y al día siguiente no puedes salir porque el agua está baja o el agua está muy alta (marea), entonces tenés que cambiar. Yo siempre digo que tiene que tener la flexibilidad del junco: dependiendo donde venga el viento.

Es una población sometida mucho al oído, todo pasa por el oído, no por la vista. La vista tiene poco interés en el Delta porque es un muro verde, a veces es un muro de agua. Por una parte la gente puede estar todo el día puteándose unos a otros pero si te llega a pasar algo, están todos ahí en el muelle, los primeros. Es un lugar que funciona una comunidad informal, un lugar muchas veces en los márgenes del Estado porque el Estado cuando llega muchísimas veces es para reprimir como en el caso de la dictadura.

-¿Cómo es tu llegada al Delta? ¿Por qué el Delta como lugar donde vivir?

Cuando era niña tenía una tía que tenía una casa en el arroyo Torito y yo recuerdo, todo eso está contado en el libro, con fascinaciones ese país de la infancia, porque el Delta es un país a 30 km pero radicalmente diferente a todo lo que conocemos.

En el año ’75 mis padres me llevan, nos vamos a España, así rápidamente. Nos vamos porque la cosa era insoportable y cuando decido volver yo no quiero volver a esa imagen tenebrosa y terrorífica que tenía, yo quiero volver a un lugar que sea propio, del que pueda apropiarme y entonces recuerdo el Delta. Compro un terreno, hago una casa. Cada cosa que hay en esa casa es comprada en el Mercado de Pulgas como si fuera la casa una abuela -que nunca tuve- que me estuvo esperando a que yo volviera para volver a enraizar.

Este libro me permitió volver de verdad porque volví a reconectar con lo que dejé yo tenía 15 años: simpatías políticas, un novio que ya no está, amigos que ya no están.

-Desaparecidos…

Algunos sí. Y entonces esto me permite reconectar con todo eso que dejé y entonces volver a formar una familia en el río.

Creo que es generacional. Yo creo que hay varias generaciones de argentinos y de porteños para los que el Delta es el país de infancia, un país que digo fue secuestrado porque por supuesto todo el país era un cuartel, pero la violencia política en el Delta se deja sentir de una manera muy particular porque es un lugar donde vos no sabes por dónde va a venir la amenaza, es el terror en el espacio. Todavía la gente sigue teniendo terror. Cuando hice las entrevistas veía las miradas, el lenguaje corporal, el lenguaje físico del bajar la voz, del miedo.

-Cuando se hizo la la señalización de El Silencio, que fui con sobrevivientes, ahí ellos contaban que recordaban los pasos de los isleños que pasaban por la puerta

Hay una escena, en la que no saben qué pasó, en la que un isleño levanta la lona que cubría los pilotes de la casa chica donde algunos se encontraban secuestrados, los ve adentro a los que estaban en Capucha y lo único que escucharon los sobrevivientes fue una ráfaga de ametralladora. Nunca se supo qué fue de ese isleño.

Señalamiento en el silencio[4]En el libro hay testimonios escalofriantes de gente que desaparece en la isla, que fueron a preguntar por ellos y en Prefectura les dijeron: “No los busquen más”.

NdA: En el traslado que hacen de los prisioneros ilegales de la ESMA a El Silencio los dividen en ‘La casa grande’ (la típica casa isleña) y ‘Casa chica’ (como un depósito de la vivienda principal). Quienes estaban en esta segunda propiedad no estaban adentro sino abajo de la misma. Es decir, entre los pilotes que elevan la casa para evitar que la sudestada ingrese a la misma. Ahí, en el barro, respirando humedad constate y sin poder estar de pie por la altura, se encontraban los secuestrados.

Ver: Carlos Muñoz, volver por primera vez a ‘El Silencio’

-Enterramientos, los tachos, los vuelos de la muerte. El Delta como lugar de descarte…

Sí, es un descarte. Es el lugar donde tiro lo que no quiero.

Son 33 testimonios muy escalofriantes. Tenemos un colimba compañero que estaba en Prefectura y que recuerda que, por lo menos, cuatro o cinco veces lo levantaron las 3 de la mañana para llevar tambores -que él no sabía que contenían- a los Bajos del Temor y fondear.

Hay también otro caso de alguien que enterró, que lo obligaron a llevar tambores para enterrar, en lo que hoy es la cancha de fútbol de la Prefectura o sea, que todavía se podría seguir. Todo el mundo dice que atrás de El Silencio había un enterramiento, porque esto pertenecía al Ejército

NdA: Los Bajos del Temor se encuentra en el Delta del Paraná, muy cercano a la desembocadura del Paraná de las Palmas, donde vierten sus aguas los arroyos Chaná y Aguaje Durazno. Es una zona con poca profundidad de agua, donde el avance del delta sobre el río se palpa en el crecimiento de los juncales.

-¿Quiénes eran los propietarios de la quinta El Silencio?

La propiedad era de la Iglesia se lo vende, de manera fraudulenta, a la Armada. La Armada hace tres ventas porque se supone que cuando vos vendes tres veces un bien mal habido se pierde el rastro, no se puede reclamar. En la actualidad lo tiene un privado

La jurisdicción sobre la zona es del Ejército no es de la Marina. Los helicópteros que tiraban gente al río no eran de la Marina ni de Prefectura, eran del Ejército. Es muy probable que el Ejército haya hecho enterramientos por ahí. No sabemos, nadie investigó, de hecho el juez Piotti va a El Silencio pero busca en el albardón y nadie iba a enterrar en el Albardón, de enterrar se entierra en la parte de atrás, donde hay lagunas.

-Viviendo un poco acá y un poco en España, ¿Cómo se vive allá lo que vos contás en el libro?

Por una parte hay cierta admiración a las políticas de la memoria de acá, por otra parte no entienden nada de cómo es este señor (Javier Milei) está de presidente. Hay muchísima confusión e inquietud por lo que está pasando.

Argentina tiene esa capacidad histórica para borrar con el codo lo que escribió con la mano. Se hizo con los Juicios del ’85 y después los indultos y la Ley de Punto Final. Es incomprensible.

-Sobre el material que vos este pudiste recolectar ¿algo fue usado en alguno de los juicios?

Parece que van a incorporar esto en una de las causas. De hecho hay una causa en Entre Ríos porque este libro está en relación con el libro “El lugar perfecto. Dictadura: vuelos de la muerte y desaparecidos en el delta entrerriano (1976-1980)” del periodista Fabián Magnotta. Yo tenía contacto con él y, como decíamos, cierra porque es como un combo. Él dice que el Delta era el patio trasero (en dictadura).

*El libro ‘El silencio. La dictadura en el Delta’, de Marisa González se puede adquirir en el siguiente enlace https://trenenmovimiento.empretienda.com.ar/memorias/el-silencio-la-dictadura-en-el-delta-de-marisa-gonzalez

Para acceder al material recopilado como fotos de El Silencio y del Delta ingresar al siguiente link https://losterritoriosdelamemoria.es/desaparicion/el-silencio/

Endnotes:
  1. [Image]: https://www.sanfernandonuestro.com.ar/wp/wp-content/uploads/2024/11/el-silencio-marisa-gonzalez.jpg
  2. [Image]: https://www.sanfernandonuestro.com.ar/wp/wp-content/uploads/2019/09/Capucha-en-El-Silencio.jpg
  3. [Image]: https://www.sanfernandonuestro.com.ar/wp/wp-content/uploads/2024/11/a6628ba89cc44dc11f15c2f4e3e25f982e48e7f3068e2515a0d51c15839639a6137742.jpg
  4. [Image]: https://www.sanfernandonuestro.com.ar/wp/wp-content/uploads/2019/09/Señalamiento-en-el-silencio.jpg

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