CULTURA
Gustavo Repetto: “Somos parte de la cultura de San Fernando y del país”

Un artesano es la persona que realiza objetos con sus manos o con herramientas manuales. Esa es la definición fría que se encuentra en cualquier diccionario, pero al recorrer una feria como la que funciona desde hace veinte años en la plaza Mitre de San Fernando uno se da cuenta de que el artesano es un artista y quien define la cultura del lugar donde ofrece sus productos.
El Bonaerense entrevistó a Gustavo Repetto, uno de los fundadores, quien contó la historia de su vida y los comienzos de una feria que aún hoy lucha por reivindicar en una ordenanza municipal el lugar físico que también les es cedido a artistas callejeros y bandas que tocan y ofrecen su arte a la gorra. Desde hace un tiempo, cualquier artista del país sabe que en San Fernando tiene un lugar que lo recibe, como antiguamente sucedía con las ferias de San Isidro o plaza Francia.
Gustavo es uno de los pocos sobrevivientes que quedan desde que la feria de artesanos tomó vida hace veinte años. “En realidad la feria comenzó tres años antes. Estuvimos un tiempito hasta que nos desarmó la gestión que estaba en aquel entonces, porque no nos daba la posibilidad de llegar a la plaza, que es el lugar donde tiene que funcionar”, comentó Repetto y agregó: “La feria no tiene que ser itinerante porque es un paseo. Más allá de que quieras comprar o no, la gente tiene la posibilidad de dar una vuelta o de encontrarse con un espectáculo como los que nos acompañan a la tarde, que pueden ser títeres o una banda de folclore”.
El histórico artesano relató su vínculo con el río: “Fui uno de los tantos pibitos que dejó el colegio y en mi casa el lema era trabajás o laburás. Mis parientes más viejos se criaron en la isla y cuando vinieron a tierra quisieron seguir estando cerca de la costa. Mi familia trabajaba en el Delta con los aserraderos y, cuando eso se cayó, tuvieron que venirse para acá”.
¿Cuándo descubriste que eras artesano?
Al poco tiempo de estar trabajando en la fábrica empecé a hacer algunas cosas de metal. No sabía ni dónde comprar una herramienta.
Practicaba con cables de teléfono hasta que un amigo me empezó a explicar. Yo me daba cuenta de que me pasaba algo diferente: tenía otras inquietudes y las quería volcar en esto que hago con plata y alpaca, que se llama joyería artesanal. Mis amigos me cargaban y me llamaban hippie. Yo les decía que no era hippie, que me pasaban cosas distintas. Un día me echaron de la fábrica y a partir de entonces no trabajé más bajo patrón y comencé a ir de feria en feria.
¿Has viajado por el país?
Sí, he estado mucho en el sur argentino. En ferias de El Bolsón, Ushuaia, Puerto Madryn y El Calafate. También en Córdoba y Entre Ríos. Yo voy adonde me invitan.
¿La satisfacción del artesano pasa solo por la venta de su producto?
Sí. Cuando vendés una pieza muy elaborada parece que se llevaran una parte de vos. Es un placer que a otra persona le guste lo que vos hacés. Eso está bueno. En mi caso, a cada anillo le pongo mi impronta, no copio modelos de alguna vidriera.
¿En qué se destaca esta feria de artesanos?
Cuando comenzamos con la feria, lo primero que le planteamos a la gente que trabajaba en Cultura del Municipio fue que muchos de nosotros participábamos en encuentros en distintas provincias como Córdoba o Entre Ríos. Le propusimos tener ese tipo de encuentros aquí también. Así empezamos a trabajar, a contactar artesanos de las provincias, y logramos que desde hace diecinueve años en el mes de septiembre se realice el encuentro de artesanos en esta plaza. Particularmente, invitamos a pueblos originarios, que son nuestros primeros artesanos. Traemos a personas de distintas etnias, como los Diaguitas Calchaquíes de Salta, quienes trabajan con el telar. Ellos crían la llama, la esquilan, hilan, tiñen y tejen… Hacen todo el proceso. También viene gente de la comunidad Qom, que trabaja con arcilla, o los Wichí, que realizan artesanías con maderas que consiguen en el monte.
¿Qué requisitos debe tener el artesano que se quiera sumar a la feria?
Nosotros trabajamos en la semana produciendo la mercadería que luego vendemos el sábado y el domingo. Lo que le pedimos a cada puesto es que, dentro de su rubro, pueda ofrecer una variedad de productos al público. Por ejemplo, quien trabaja con cuero que tenga una cartera, un cinto, una billetera.
Como uno de los fundadores de la feria, ¿qué sensaciones tenés luego de tantos años al ver que pudieron mantenerse en el tiempo?
A mí lo que me da mucha satisfacción es que, más allá de que las gestiones municipales han ido cambiando, hoy pueden entender que la feria no es mía ni de quien esté al mando en la Comuna, sino que es un espacio ganado para la cultura porque, aunque a muchos no les agrade, nosotros somos parte de la cultura de San Fernando y también parte de la cultura de nuestro país. Nos lleva muchísimo trabajo
contactarnos con los artesanos de las provincias; muchos viven en la montaña y en cada viaje a veces tenemos que esperar a que bajen al pueblo o dejarles la invitación en la casa de algún amigo. Mi satisfacción pasa porque esto continúe aunque yo no esté. Así sabré que he dejado algo.
Gustavo, como el resto de los artesanos, forma parte del paisaje en el centro sanfernandino. Ubicados en el costado de la calle Constitución, entre Madero y Sarmiento, frente a la Iglesia de Nuestra Señora de Aránzazu, conviven junto al centro comercial y exhiben su arte sobre tablas, caños y telas que sostienen el paseo artesanal. Su oferta de arte único incluye alfarería, cajas de madera, cuero, hierro y talla, alhajas, crochet, cestería, pintura sobre madera, jabones, veladores, metales, plata y alpaca.
Fuente: El Bonaerense