by Manuela Herrera | 2 abril, 2023 8:59 am
Por Manuela Herrera
Desde San Fernando Nuestro conversamos con algunos de los veteranos de nuestra ciudad para conocer más sobre cómo vivieron el antes, el durante y el después de la Guerra de Malvinas.
Si hace algo así como treinta y pico de años atrás hubiera arrancado este párrafo diciendo que Darío Sosa, entre algunas otras cosas, es veterano de Malvinas probablemente ese señor de palabras contundentes y oraciones interesantes no me hubiera creído.
En ese diálogo inexistente imagino que hubiera asegurado algo del estilo de “pero si yo no quedé tan mal como otros” o “en realidad los verdaderos veteranos sufrieron más que yo”. Se lo hubiera visto sumamente convencido de que en realidad él no tenía ninguna secuela.
En este otro diálogo, el que sí existió, el que mantuvimos un viernes muy caluroso de hace un par de semanas en el Centro de Ex-Combatientes de Malvinas de San Fernando, Darío rememora: “A mí personalmente me costó muchos años reconocerme veterano de Malvinas. Porque yo escuchaba las historias de la gente del crucero que había estado dos días en una balsa en un mar de -2°C con tormenta, había escuchado historias de muchachos que habían estado en las islas tiro a tiro, había visto muchachos que habían vuelto hasta con muletas o habían perdido piernas… y yo estaba entero. Física y psicológicamente. Después, con el tiempo, me di cuenta de que psicológicamente no estaba bien. De hecho, el hecho de no considerarme veterano era un problema psicológico”.
Darío es claro cuando recuerda. Construye ideas que van formando una especie de guía que recorremos con un destino puntual: Darío Sosa en el ochenta y pico.
– Yo había terminado el colegio en noviembre del 80 y el 2 de abril del 81 me incorporan a lo que era la colimba, el servicio militar obligatorio. No tenía una carrera militar hecha. Me tocó la Marina, el destino mío fue el portaaviones. En ese momento trabajaba, había terminado el colegio ya trabajando. Mi ilusión era seguir estudiando algo, no lo tenía tan definido, pero algo sí quería hacer. El tema es -cómo decimos todos- que, por mucho o poco que hayas intervenido, volviste diferente. Nosotros en Marina tuvimos otra participación distinta a ellos que estuvieron en las islas. El destino, Dios nos mandó a otro lado.
La vuelta de las islas, comenta, tuvo dos componentes difíciles: la falta de experiencia previa como país frente al después de una guerra y el no reconocimiento de la sociedad.
– Cuando vinimos de la Guerra, en la época del Proceso, para los milicos éramos civiles que habíamos estado bajo bandera. Y para la sociedad pertenecíamos al proceso. Entonces estábamos en el medio: no éramos reconocidos ni por unos ni por otros. Excepto por nuestra familia y amigos, tardamos muchos años en ser reconocidos.
Muchos profesionales de la salud mental tuvieron que ir a especializarse a Estados Unidos, sobre todo trabajando y entrevistando a veteranos de Vietnam. “Nos decían: ‘no es lo mismo tratar a un veterano de guerra que vino triunfando a un veterano de guerra que perdió. El estrés post traumático lo tienen los dos, pero uno lo sufre más que el otro’”, explica Darío.
Lo que dice con palabras, pero más con gestos, y más con chistes, y más con referencias de tiempos diversos seguidas de carcajadas, es que también surgió otro tipo de terapia: el espacio que supieron formar los miembros del Centro de Ex-Combatientes de Malvinas de San Fernando.
“En la comida nuestra, los asados son una terapia y les hacen bien a muchos”, dice Darío Sosa, que es, entre algunas otras cosas, veterano de Malvinas.
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