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Enseñar bajo el agua: la odisea de los docentes de las escuelas del Delta

En colegios de San Fernando advierten sobre la falta de mantenimiento en pleno brote de dengue; la provincia asegura que trabajan en las obras.
Donde antes funcionaban un comedor y algunas aulas, ahora sólo queda el agua que lo pudre todo y amenaza los cimientos del edificio. Cuando los maestros y directores llegan allí, a la Escuela N° 16 de San Fernando, después de casi cuatro horas de viaje en lancha, no les sorprende la falta de agua potable, de luz ni de señal para los celulares. Lo saben: en esas condiciones de emergencia, deberán, una vez más, empezar las clases.
Ésa es la situación de, al menos, 15 colegios de San Fernando, a los que asisten 1200 niños y 340 docentes. No tienen agua potable porque, según indican desde el órgano de Educación del municipio, la provincia le debe dos millones de pesos a la empresa que la reparte en bidones. “Las clases van a comenzar, pero en condiciones de emergencia. El agua y la comida para las escuelas de las islas están al límite, en emergencia”, dice Mariela González, del Consejo Escolar de San Fernando. La funcionaria – elegida por el Frente Renovador- se refirió, también, a la falta de agua: “Hay una deuda de dos millones de pesos. Los proveedores ya no quieren prestar los servicios. Desmalezamos y desinfectamos con la ayuda del municipio. Enviamos una nota para pedir ayuda a la provincia y nos dijeron que lo están analizando”. Desde el gobierno provincial señalan que los consejos escolares son los encargados de las tareas correspondientes a los proveedores de agua potable. Sin embargo, no respondieron sobre la deuda en cuestión.
A estas escuelas les falta también mantenimiento. De eso está convencido Jorge Ruber, que repara, para el Consejo Escolar de la provincia, los edificios educativos de San Fernando. “Para mantenimiento y educación no hay fondos. Tampoco para que los chicos tengan agua potable. Las maestras lo hacen como pueden”, señala.
Los chicos viajan dos horas para llegar a las escuelas, donde estarán poco más de cuatro. Si el muelle del colegio se tapa, saben que el de sus casas estará aún peor. Y optan por no ir.
Alicia Solís, secretaria de la Escuela N° 20, también de las islas de San Fernando, dice: “La situación está bastante peligrosa por las víboras y las alimañas. Muchas escuelas tienen pastos altos porque la provincia no tiene fondos. Nos prometieron ir a fumigar y desratizar con fondos del municipio porque en la provincia no les dieron dinero. El Fondo Escuela -con el que cuentan los directores- nunca llegó”. De hecho, el vicedirector de esa escuela y los profesores limpiarán el tanque de agua porque no hay plata para contratar a nadie. “A esta altura deberíamos tener todo preparado. Ahora lo quieren hacer todo en dos días”, se queja Solís.
Adriana Re, directora de la Escuela N° 9 del río Carabelas, de San Fernando, indicó: “Nosotros cortamos el pasto con rifas porque, si no, lo tenemos a un metro de altura. Falta la limpieza de los tanques de agua, algo de lo que deberían hacerse cargo las autoridades”.
En riesgo
El 17 del actual, ante esta situación el Sindicato Unificado de Trabajadores de la Educación de San Fernando (Suteba) envió una nota al director general de Cultura y Educación, Alejandro Finocchiaro, para pedir la urgente intervención política de las autoridades provinciales. El consejo escolar, los docentes y los directores dijeron que no tuvieron respuestas oficiales. Sin embargo, desde la provincia se informó a la nacion: “Se está trabajando en los establecimientos”.
María José Parejo, la secretaria seccional de Suteba en ese distrito, dijo con preocupación: “Las escuelas de las islas no contarán con la provisión de agua potable como todos los años por falta de fondos”.
La Escuela N° 16 de San Fernando, junto con la de la isla Martín García y la N° 31 del arroyo De la Barca, es una de las tres instituciones de permanencia del distrito. Astrid Valiente y Roberto Fernández son, hace un año, los directores del jardín de infantes y de la primaria. Para llegar hasta allí, viajan cuatro horas en lancha desde la estación fluvial de Tigre. Duermen todas las semanas, de lunes a viernes, en una escuela que no tiene luz ni agua potable y a la que asisten 55 alumnos en situación de vulnerabilidad.
“Es imposible saberlo; cuando se pueda llegar llegamos”, dice el conductor de la lancha que lleva a los docentes. Sin embargo, para avanzar todo depende de la meteorología y de la presencia de camalotes. Ese día el viaje duró cuatro horas de ida, sólo para estar dos en la escuela limpiando y ordenando. Y otra vez, cuatro de vuelta.
El gobierno provincial aseguró que realizó tareas de desinfección y fumigación en conjunto con los consejos escolares. Sin embargo, estos organismos dijeron que las tareas comenzaron ayer, con dinero que aportó el municipio, una tarea que no les corresponde. Sin embargo, para desmalezar, desde el Consejo Escolar les dijeron a los colegios que pidieran ayuda a los padres de los alumnos.
Cuando llueve en la Escuela N° 16, los estudiantes y los docentes se tienen que quedar en el aula. No hay un techo sin agujeros. No hay ventiladores. Hay baldosas rotas y otras levantadas por las hormigas y hay mosquitos.
“Rellenaron la canchita y esto quedó como un pozo. Por eso, construimos el otro comedor. Pero nosotras dábamos clases ahí abajo”, dice Gladys Pinzone, la auxiliar que lleva 25 años trabajando aquí. Lo que describe es el agua estancada bajo la escuela, un gran foco de infecciones, un nido perfecto para el Aedes aegypti, el mosquito transmisor del dengue y del zika, y de las serpientes.
“Tenés piso y pizarrón, también libros”, dice Fernández, como para buscar el lado positivo de la situación. Hace un año, cuando llegó aquí recibió todo tipo de reclamos. Poco a poco, intenta buscar soluciones: el techo, el piso, la luz, el agua, el pasto. Todo, antes de que lleguen los alumnos.
Fuente: María José Lucesole y Rosario Marina para La Nación