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En busca de Dios en Google, por Heriberto Luis Pérez

En busca de Dios en Google, por Heriberto Luis Pérez

El joven quedó deslumbrado al entrar a una luminosa sala, en casa del profesor. Contempló admirado la nutrida biblioteca que ocupaba la casi totalidad de las paredes. El anfitrión lo invitó a sentarse.

“A propósito de lo que te venía diciendo, mira… -le dijo- De los libros que ves aquí, la inmensa mayoría son textos de filosofía, teología, historia de las religiones… En fin, ellos hablan de Dios, prueban su existencia, discuten sus atributos, su esencia, su naturaleza”. Y agregó: “Pasaríamos horas, días… ¡hasta años! para leer y discutir siquiera unos pocos”…

“Nos queda apelar a la computadora –añadió el doctor- Creo que ya lo sabes, porque lo he dicho en clase: estoy en contra del abuso de la tecnología, de lo que algunos llaman la tiranía de esta era digital que se nos ha venido encima, pero… mientras no permitamos que anule nuestra creatividad o que amenace nuestro espíritu crítico, no es una herejía recurrir de tanto en tanto a esta herramienta. Verás: ¡rastrearemos a Dios en Google! Será una indagación más rápida y concluyente”.

Los dos se sentaron frente al monitor y, en el teclado de su computadora, el dueño de casa presionó con suavidad sólo cuatro letras: D – I – O – S.

Con vertiginosa rapidez, surgieron los títulos de cerca de 67 millones de resultados.

“Veamos éste”, sugirió el doctor, cliqueando en el primero de los artículos que había aparecido. Allí se leía: ‘Dios – Wikipedia, la enciclopedia libre’.

El alumno contempló, con impaciencia, cómo su maestro desgranaba con cierta lentitud los distintos enunciados del texto: Concepciones del ser supremo, Etimología, Los nombres de Dios, Atributos de Dios, Teología, Existencia de Dios… En algunos capítulos –como para ratificar lo que ambos veían- el profesor se detenía leyendo los contenidos en voz alta y con parsimonia. Por ejemplo, en el apartado “Atributos de Dios”, se entretuvo largamente hablándole de la infinitud, de la omnipotencia, la omnisciencia, la realidad eterna, trascendente, inmutable y última del Creador.

¡Y qué no decir del momento en el que la pantalla mostró el tema “Existencia de Dios”! Entonces el discípulo hubo de escuchar explicaciones adicionales a las que se observaban en el luminoso rectángulo que ambos tenían ante su vista: desde el argumento cosmológico, pasando por las cinco vías de Tomás de Aquino, siguiendo por las evidencias ontológicas y antrópicas. El profesor habló también del argumento teleológico:

“En cuanto al orden del universo y su complejidad – siguió prestando atención el visitante-se explican mejor por referencia a un Dios creador, a un diseño inteligente en contra del evolucionismo darwinista”.

“No olvidemos releer este punto –dijo luego el maestro- También se pone énfasis en las más simples demostraciones basadas en la reivindicación de milagros específicos atribuidos a Dios, asociados con hechos o personajes históricos”.

El alumno se sentía apabullado. Esbozó un gesto de impaciencia, en tanto se ponía de pie.

“Disculpe, doctor –dijo tímidamente- Todo esto es impresionante. Le agradezco su tiempo, el trabajo que se ha tomado y la atención que ha tenido para conmigo, pero…”

Se interrumpió, temiendo resultar impertinente. Se acercó al ventanal que daba al parque. El espléndido atardecer teñía de rojo las copas de los árboles. Hacía lo propio con el cielo, sembrado de nubecitas. Los fugaces pájaros del crepúsculo gorjeaban sus últimos trinos del día, mientras batían sus alas entre el follaje buscando refugio ante la noche que se acercaba.

El hermoso panorama pareció darle ánimo para continuar: “¿Sabe una cosa, profesor? Me resulta muy fácil ver a Dios en el milagro cotidiano de la existencia. Lo presiento en los amaneceres frente al mar cuando, sobre el horizonte, el sol comienza a elevarse como una bola de fuego y rápidamente pinta de púrpura tanto el cielo como el mar. También al contemplar, por las noches, el firmamento tachonado de estrellas. Creo en Él cuando –en algún viaje- he admirado las maravillas de la creación, sea en las nieves eternas de la cordillera, en los sonidos del silencio de los glaciares del sur o en el multicolor desfile de los pájaros en las selvas misioneras”.

“Bueno, tienes razón –replicó el maestro- Me viene a la memoria una simple frase de un escritor americano, Julian Green, ¿la conoces?: ‘Dios no habla, pero todo habla de Dios”…

“Creo en Dios, sobre todo, –prosiguió entusiasmado el alumno- al vivir el amor de una madre dando el pecho a su bebé recién nacido, al reparar, tanto en los que, por encima de diferencias étnicas o religiosas, en un fecundo intercambio trabajan por la paz, como en el joven que alcanza un plato de sopa a un cartonero. Quizás no lo sepan, pero es el amor de Dios lo que los mueve”.

Dio un apretón de manos al maestro y se despidió agradeciéndole una vez más sus enseñanzas. Pero no pudo menos que agregar: “No reniego de los explicaciones de la filosofía o de la teología. Al contrario. Pero me reafirman en la certeza de que Dios está en las cosas simples de esta vida que Él mismo nos regaló”.


Sobre el autor

Heriberto Luis PérezHeriberto Luis Pérez. Su vocación médica lo llevó a ejercer –en nuestra ciudad y por más de 40 años- la pediatría y a enseñarla como docente en la Facultad de Medicina de la UBA.

Se jubiló como director de Hospital (2000) e hizo un canje: a sus escritos de investigación clínica y artículos científicos que firmó, los cambió por su asistencia a cafés y talleres literarios y por las poesías, ficciones, historias y ensayos que escribió. Los volcó en numerosas antologías y en dos libros: “Certidumbres y fantasías” y “Ña Mariquita, tesón y coraje”.

Con uno de sus poemas ganó el primer premio en la revista literaria online La Piña (2013).

Integra el Círculo de Escritores San Fernando ‘Atilio Betti’

 


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