NUESTROS ESCRITORES

El viejo

El viejo

Por Maitena Torelli

Viejo y desganado. Así me ven, parece, como si no pudiera valerme por mí mismo. Como si mi cabeza no pudiera entender simples palabras. Como si fuera un niño que tiene que aprender de nuevo todo aquello que piensan que olvidé.

Viejo sí, pero desganado no. Olvidado puede ser.

¿Quién me visita a mí en esta pocilga fría? A menos que sea para tasarla y convencerme de que este lugar es muy grande para mí solo…que tal vez en un asilo me sentiría más acompañado…y no sé cuántas patrañas más.

Acostado, enfermo, miro a mi alrededor decenas de sonrisas falsas. ¿Será que están esperando que me muera? Pero, entre tanta fachada, dos pares de ojitos de ciervo me miran distinto, con tanto brillo…ese brillo…sí, amor.

La inocencia en esos ojos me distrae. Dejo de escuchar a Silvina y a la heladera (que pierde agua), y sonrío, los miro…Enzo y Román, mis nietitos.

– Perdón por no poder jugar a la pelota con ustedes -les digo. No sé por qué, me sale del corazón.
– Papá, ¿podés prestarme atención? – y otra vez Silvina y sus problemas que le importan solo a ella vuelven a primer plano.
– A mí no me importa, abuelo -dice Román interrumpiendo a su propia madre.
– Nosotros te queremos un montón, ¿sabías abuelo? Aunque no puedas jugar a la pelota. Pero no te preocupes, yo juego con él – Enzo termina su oración y abraza a su primo por los hombros.

Veo a esos dos nenes de cinco y seis años abrazados, y pienso…tanta gente peleando por boludeces y estos dos, uno con remera de Boca y el otro de River…¡cuánto nos falta aprender de estos pibes! Se aman entre ellos, quieren tomar chocolatada, comer galletitas y jugar a la pelota todo el día…Ojalá la vida pudiera ser así siempre.

Los adultos esperamos la noche para descansar, los nenes el amanecer para salir a jugar.

El sonido de los cierres de camperas me trae de vuelta.

Todos empiezan a despedirse, para dejar al viejo nuevamente solo.

– ¡Chau abuelo! -las dos vocecitas, todavía muy agudas, suenan al mismo tiempo.
– Chau Enzo…chau Román-dejo un beso en la cabeza de cada uno.

Corren hacia la salida, Enzo con una pelota bajo el brazo y Román detrás, siguiendo a su primo mayor.

Y mientras cae la noche, tomo un té sentado en la cama, mirando en la tele alguno de esos programas de chimentos que me aburren bastante (porque de la farándula no entiendo nada), pero igual me hacen reír con las ridiculeces que dicen.

Me paro, me calzo las pantuflas azules y con la taza en la mano recorro cada centímetro de aquella casa que construyó mi padre, cuando aún la calle Italia se llamaba Plumerillo.

Miro un costado empolvado y recuerdo…ahí fueron los primeros pasos de Rafa, mi hijo más grande.

Me detengo ante la mesa del comedor. Ahora me parece enorme, pero me acuerdo de los quince de Carla y María, las mellizas…¡ya no sabíamos dónde meter gente!.

Por la ventana observo el patio. ¡Cómo olvidarme de cuando Rita la retaba a Silvina por jugar a la pelota! Le decía que sea más femenina, que juegue a las muñecas o a servir el té. Yo nunca me metía, pero tendría que haberla defendido…era nena, quería jugar nomás.

Paso la mano por el aparador empolvado del living, tomo la manijita medio floja y tiro. ¿Lo primero? Aquel vinilo rojo de Sui Generis, con dos jóvenes Charly y Nito, aquel que podíamos escuchar por horas. Fotos de los chicos: su primer corte de pelo, su primera mediecita, los souvenirs de 15 de las chicas. Cables, botones, piezas sueltas de juegos, cosas de casa vieja. Mi tesoro más preciado…el álbum de fotos de nuestro casamiento. Paso el dedo por el rostro de una joven Rita, como si de alguna manera pudiera tenerla un poco más cerca.

Mi compañera, mi mejor amiga…cómo te amé, Rita.

Paso los pequeños folios con fotos en tonos grisáceos y me topo con los ojos más lindos, los de Rodolfo, Fito le decíamos en Malvinas, como a Páez, pero no por él, todavía no era muy conocido.

Creí haber olvidado aquel rostro, pero, por más irónico que suene, a medida que envejezco lo recuerdo un poco más.
No sé por qué, pero también recuerdo esas tardes de “tute” en el Piñeyro, recuerdo esos partidos en lo que ahora son las Mil Viviendas…ahí estaba la cancha de Los Tanos.

Las lágrimas de viejo maricón no tardan en salir (maricón, si me escuchara Carlita…).

Cómo duele extrañar tanto.

Fito siempre fue más valiente que yo: se bancó ofrecerse para ir a Malvinas, se bancó el famoso infierno del pueblo chico en plena Dictadura…

Vienen a mi memoria esas tardes de nuestra adolescencia en las que juntos cantábamos: “Te encontraré una mañana dentro de mi habitación y prepararás la cama para dos”.

Me acuesto y cierro los ojos, pero siento cómo a mi lado se hunde la cama y rápidamente los abro de nuevo.

Veo ese corto pelo rubio, esos ojos claros, esa mirada valiente…

Fito, el amor de mi vida.

Y así fue, solo muerto pude amar de verdad.

Abandono este cuerpo y, mientras mido la distancia entre mi cuarto y la eterna paz, sólo deseo nunca haber sido como ellos, un esclavo del odio. Ojalá siempre Rafa, las mellizas y Silvina amen tanto como puedan. Ojalá Román y Enzo no puedan amar sólo después de muertos, como su cobarde abuelo.

– ¿Vamos? -escucho que me invitan, con la suavidad con la que se le habla a un niño.

Me despido de las camisetas de fútbol, de las meriendas con chocolatada, las manijas flojas, los vinilos de Sui Generis.

Las palabras a veces sobran, simplemente tomo la mano de Fito y mi cabeza se calla para dejar que mi corazón hable y diga que no hay nada mejor que ir “juntos a la par”.

Sobre la autora

Maitena Torelli, le dicen ‘Pupi’. Tiene 17 años, vive en Virreyes y cursa el sexto año de secundaria en el Colegio Artigas.

“Me gusta mucho escribir sobre injusticia, sobre minorías. Creo que es algo muy presente en la calle, sobre todo en el barrio”, reflexiona.

Maitena participó del concurso con su relato ‘El viejo’ el cual obtuvo el primer puesto del certamen.

La obra según su autora

Hablé un poco sobre minorías. Mi cuento habla sobre un señor mayor que sale del closet, que fue ex combatiente de Malvinas. Habla un poco como vivió él la dictadura, de lo difícil que es vivir en un pueblo más en la dictadura.

*El presente cuento ganó el certamen ‘Te cuento San Fernando’ que organizó San Fernando Nuestro al cumplir el décimo aniversario del medio. La obra forma parte del libro digital que recopila las obras preseleccionadas en los concursos de fotografía y relatos breves. El trabajo se puede descargar en forma gratuita desde el siguiente link  


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