“El Gallego”, una vida dedicada al transporte escolar

by Sabrina Garcia | 11 agosto, 2018 12:01 am

José Luis, el “Gallego” manejó por más de 40 años el colectivo escolar. Entre los establecimientos educativos que más años trabajó se encuentra el Jardín 901. El 7 de agosto pasado falleció. Sus hijas escribieron esta carta para compartir quién fue su padre.


Gallego del micro escolar[1]José Luis Del Buey Rodríguez, “Gallego” para los amigos. Un hombre de pequeña estatura que se fue de este mundo dejándonos un hueco enorme. Nació en Zamora, Castilla la Vieja, el 25 de mayo de 1951. Un año más tarde cruzó el océano junto a sus padres Teresa y Tomás. Desembarcaron primero en Buenos Aires y luego siguieron viaje hacia Idiazabal, en Córdoba. Allí los esperaban la familia del abuelo y es el lugar a donde irán a descansar sus cenizas.

Al comenzar sus estudios primarios se trasladaron hacia Buenos Aires y se instalaron en Olivos. Aunque cada verano regresaba para sus vacaciones a su amor de campo.

A los 11 años, mientras vivían en Olivos, mi padre comenzó a trabajar repartiendo leche en botella de vidrio. Con ese dinero podía ayudar a la familia. Entre los clientes a quienes les repartía la leche se encontraba Luis Landriscina y Mirtha Legrand.

Luego fue cartero, mozo y hasta creó una empresa que alquilaba televisores por día. Él siempre al volante, a cargo de los repartos.

En 56 años que manejó, jamás sufrió un accidente automovilístico.

En Olivos también conoció al amor de su vida, Gladis, mi mamá. Una rubia, hija de italianos, cinco años menor que él, que lo deslumbró y con quién compartió 45 años de su vida.

En 1976, y estando todavía de novios, comenzaron con el transporte escolar. Él al volante, ella celadora. Siempre juntos, siempre a la par.

Se casaron en el ’82 y dos años más tarde llegaron sus hijos: Eliana (enero del ’84), Luis (febrero del ’86) y Anabel (marzo ’88). Tan perfecto todo que hasta sus hijos se llevan dos años y un mes entre cada uno.

Sus tres hijos fuimos al Jardín modelo 901 (Libertador e Ituzaingo) y a la Escuela 9. Ambas instituciones eran trabajadas por nuestros padres. En el jardín comenzaron en 1976 y en la escuela desde el 2001. Calculamos que transportó a más de 5.000 niños. Es decir, más de 5.000 familias confiaron a sus hijos para que papá y mamá los llevaran hasta la escuela.

Mi papá no faltó ni un solo día al trabajo. Un hombre que su educación llegó hasta el tercer grado, sin embargo, hizo todo para que a su familia nunca le falte nada. Con mucho esfuerzo compraron su casa en San Fernando, enviaron a sus hijos a la escuela pública confiando en ella y nos inculcó la cultura del trabajo. Tal es así que en marzo del 2016, nuestro hermano varón falleció en un accidente de tránsito. Mi papá se despidió de él el domingo 6 y al otro día, a las 5.30 cuando sonó el despertador, como hacía desde hace más de 40 años, no dudó ni un instante en salir a trabajar.

Mi padre quizás no pudo ayudarme con la tarea de la escuela pero nos educó con el ejemplo. El despertador sonó siempre a las 5.30 y estando enfermo, triste o agotado, él siempre salió a trabajar.

Fue pionero de la Asociación de Transportistas de San Fernando. Con el objetivo de conseguir viajes, descuentos, y por sobre todo el reconocimiento del rubro de transportistas escolares.

Se jubiló el año pasado pero había elegido seguir trabajando. Tras una gran insistencia para que se realice un chequeo. los médicos le hicieron estudios y una semana más tarde, sin expresar una muestra de dolor y con un cuadro crítico dijo: ‘Me voy con Lucho’.

Hace más de dos años, cuando Lucho falleció, papá no volvió a ser el mismo. No dejó de extrañarlo ni un solo día. Nos gusta imaginar que hoy estarán juntos en algún lugar.

Rezongón y afectuoso, un poco quejoso de los que no trabajaban. Celoso de su mujer. Se enojaba cuando le preguntaban si su mujer era ‘su hija mayor’ o cuando dudaban que nosotros fuésemos sus hijos.

Los vamos a extrañar. Su risa, su tos, sus comentarios, el pollo a la parrilla que cocinaba, sus asados, sus consejos, ronquidos, el tono de su voz, sus mates, la ensalada de tomate y cebolla que hacía, y hasta de su olor a pata.

El día de San Cayetano, el patrono del trabajo, despedimos al “Gallego” con un fuerte aplauso. A lo grande, rodeado de colegas, docentes, auxiliares, vecinos, amigos, sus hijas y Dios. No creo que su despedida sea casualidad se haya dado el mismo día en el que la gente agradece por el trabajo.

El dolor de su partida es tan grande como el amor que nos tuvimos en vida. Sólo nos consuela que partió sin saber por qué estaba internado, que no le haya dolido nada y que Lucho lo estuviera esperando. Pasó sus últimos cuatro días en una habitación que sus ventanas daban a un jardín de infantes. Los gritos de diversión de los niños en el recreo le permitieron orientarse en qué momento del día estaba y también sentirse ‘como en casa’ porque parecía que estaba trabajando.

Una de sus últimas frases fue: ‘Cuidame el trabajo gordita’. Eso haremos papá. Honrarte con amor y trabajo es lo mínimo que podemos hacer.

Eliana y Anabel

Endnotes:
  1. [Image]: https://www.sanfernandonuestro.com.ar/wp/wp-content/uploads/2018/08/WhatsApp-Image-2018-08-10-at-09.47.14-1.jpeg

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