OPINIÓN

El espectáculo y la política

Silvia Gelbes

Por Silvia Ramírez Gelbes*

Los políticos se acercan al espectáculo en busca de votantes que no tienen asegurados. En este sentido, la oferta de Marcelo Tinelli de llevar a los presidenciables no era para despreciar. El programa les aseguró ingresar a 1,2 millón de hogares del país. Para Tinelli, fue una demostración de poder, el de la capacidad de hacerle un favor al próximo presidente, analizó la directora de la Maestría en Periodismo.

El espectáculo se asocia siempre a la diversión pública. Eso, y no otra cosa, es lo que pretende, en principio, el programa de Marcelo Tinelli. Es por ello que la presencia en Showmatch de los tres presidenciables con más chances de convertirse en el sucesor de Cristina Fernández de Kirchner –al menos según las encuestas más difundidas– despertó algunos interrogantes. ¿Qué ganan yendo al programa y qué obtiene Tinelli invitándolos?

Aunque distintos en aspecto, en contenido y en esposas –claro–, Scioli, Macri y Massa (por orden de aparición en el programa) siguieron a pie juntillas el guion que les impuso Tinelli: una charla inicial sobre cuestiones domésticas y también íntimas a cargo de las mujeres, una exposición de algunos tópicos centrales de la campaña por parte de los precandidatos y la presentación de los respectivos imitadores, que pusieron una nota de color conservador si se lee el show en clave histórica.

Las coincidencias en los tres casos fueron más que las disidencias: ninguno habló mal de los otros: el tono positivo y amistoso prevaleció en todos los casos y los tres pretendieron reírse de sí mismos, aunque tragaron saliva mientras observaban a sus parodiadores. Más que ellos fueron sus esposas quienes marcaron la diferencia: Karina Rabolini resultó la más verborrágica; Juliana Awada le dio pie a su marido para que quedara como un seductor; y Malena Galmarini “soportó” que Massa confesara que ella tenía piojos. Pero, en definitiva, las tres apuntaron a demostrar lo mismo aunque por vías diferentes: que sus esposos se parecen a cualquier ciudadano de a pie.

Porque, al fin y al cabo, todo el espectáculo resultó armado para que los precandidatos se acercaran a los votantes que no tienen asegurados. La oferta de Tinelli no era para despreciar. El programa, que cumple 25 años en la pantalla, les aseguró ingresar por medio de la pantalla a 1,2 millón de hogares del país.

Tinelli, por su parte, también ganó: mostrar que su poder no se circunscribe ni a los medios de comunicación (que gastan interminables minutos o litros de tinta en su persona), ni al fútbol (que viene discutiendo su candidatura a la presidencia de la AFA). Más vale, su poder reside en la capacidad de hacerle un favor (que no otra cosa es prestarle su audiencia cuando está por largarse la campaña electoral) a quien con toda probabilidad será el próximo presidente; es decir, alguno de estos tres.

* Silvia Ramírez Gelbes. Directora de la Maestría en Periodismo y Directora de la orientación en Comunicación de la Universidad de San Andrés. Es profesora y licenciada en Letras y doctora en Lingüística por la UBA, además de tener un posgrado en la UNED (España).

Nota publicada en Bastión digital


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