by Sabrina Garcia | 14 abril, 2015 12:57 am
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Por Aprendelta*
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El delta del Paraná, que hoy se extiende a lo largo de 320km, desde Diamante en Entre Ríos hasta el Río de la Plata, no siempre tuvo la configuración que conocemos actualmente. Comenzó a formarse hace aproximadamente seis mil años, cuando las arenas, las arcillas y los limos que transportaba el río empezaron a depositarse y a configurar una intrincada red de islas, lagunas y estrechos cursos de agua, más llanuras aluviales costeras. Islas y llanuras podrían haber sido habitadas algo después, cuando se estabilizaron los ambientes litorales. Pero la presencia de población humana solo se constató fehacientemente, mediante mediciones de carbono 14, desde hace unos dos mil años. Esa población se estableció allí, sin duda, por un conjunto de condiciones favorables: clima subtropical, suelos fértiles enriquecidos anualmente por los desbordes del río, variedad de animales terrestres, aves, peces y moluscos, y diversidad de árboles nativos, como ceibo (Erythrina crista-galli), espinillo (Acacia caven), timbó (Enterolobium contortisiliquum) y sauce criollo (Salix humboldtiana).
Cuando en el siglo XVI los conquistadores europeos ingresaron en el estuario del Plata y remontaron los ríos Uruguay y Paraná, hallaron diferentes grupos étnicos establecidos en sus orillas y en las numerosas islas que forman el delta. Uno era el de los guaraníes, arribados a la zona relativamente poco antes, quizá con no más de dos siglos de antelación, desde el norte, posiblemente por el río Uruguay; estaban asentados en las islas externas del delta. En el resto de ese territorio vivían etnias más antiguas en la región, claramente diferentes de los ‘recién llegados’ guaraníes, como los chaná, timbú y mbeguá.
Figura A. El montículo arqueológico Los Tres Cerros 1, en el delta del Paraná, próximo a Rosario pero en territorio de Entre Ríos. La foto fue tomada cuando se realizaban las labores de excavación. Entre los árboles se distinguen, de izquierda a derecha, tres ceibos, un timbó y un sauce criollo. Entre los primeros viajeros que llegaron a tierras del Plata estaban Diego García de Moguer (1527), Luis Ramírez (1527), Ulrico Schmidl (1536) y Francisco de Villalta (1536). Escribieron crónicas en las que describieron el delta del Paraná como un área heterogénea y culturalmente dinámica, en la que convivían varios grupos indígenas (parcialidades, en su lenguaje): caracarais, chaná, mbeguá, chaná-timbú, chaná-mbeguá, timbú y corondas. Esas denominaciones podían corresponder a etnias distintas o a segmentos de una misma etnia.
Para algunos cronistas, los timbú eran una etnia independiente que ocupaba la porción norte del delta del Paraná y sus llanuras aluviales adyacentes. El fuerte Sancti Spiritus, el primer asentamiento español en el actual territorio argentino, marcaba el límite sur de sus tierras, hacia el norte de las cuales se hallaban los quiloazas y los mocoretás, mientras que en el sector sur del delta estaban los mbeguá, chaná-mbeguá y chaná. Los últimos ocupaban también las orillas e islas del Uruguay inferior.
Los límites territoriales y las diferencias socioculturales entre estos grupos resultan difíciles de establecer con precisión sobre la base de la información fragmentaria y a veces contradictoria provista por las fuentes históricas. De ahí que se utilice el genérico chaná-timbú para llamar a esos indígenas. Hay mejores referencias sobre los guaraníes, quienes rápidamente se relacionaron con los españoles, con la ayuda de algunos náufragos de la expedición de Juan Díaz de Solís que sobrevivieron en las costas del Brasil y aprendieron allí la lengua guaraní o una muy cercana, el tupinambá.
Algunos cronistas que estuvieron en el área hacia 1530 apuntaron que los indígenas asentados en el delta del Paraná se procuraban los alimentos mediante la caza, la pesca, la recolección y algunos cultivos en pequeña escala. Entre los últimos mencionaron maíz, zapallo y porotos. También se refirieron al uso de vestimentas de ‘algodón’, que en realidad eran de fibras vegetales diversas. Nuestros estudios de restos de animales y vegetales recuperados en algunos sitios arqueológicos de esa zona permitieron verificar y ampliar las referencias de los cronistas mediante la identificación, mirando al microscopio, de granos de almidón y fitolitos.
Los primeros son partículas de hidratos de carbono que difieren según la especie de planta de la que proceden, y los segundos son componentes silíceos de las células vegetales, sujetos a la misma variación. Analizamos minúsculos restos que encontramos adheridos a paredes internas de vasijas, en artefactos de piedra usados para molienda y en sedimentos. Los resultados obtenidos nos llevaron a suponer que los indígenas cultivaban en pequeña escala maíz, zapallo, porotos y –posiblemente– mandioca; posiblemente porque existen variedades silvestres en la región (como Manihot grahamii) cuyos almidones pueden ser similares. Además recolectaban frutos de especies silvestres: algarrobo (Prosopis sp.), palmeras yatay (Butia yatay) y pindó (Syagrus romanzoffiana), tubérculos de achira (Canna sp.) y, también posiblemente, algún tipo de arroz silvestre (Oryzeae).
En cuanto a animales, en las excavaciones arqueológicas aparecieron restos de mamíferos medianos y pequeños, aves, peces y moluscos de agua dulce. En el sitio arqueológico Los Tres Cerros, el mejor conocido de los ubicados hasta el momento, se hallaron abundantes dientes y huesos de coipo (Myocastor coypus) y carpincho (Hydrochoerus hydrochaeris), con huellas producidas al quitarles el cuero y carnearlos. Otros restos encontrados fueron de cuis (Cavia aperea), lobito de río (Lontra longicaudis), zorro gris pampeano (Lycalopex gymnocercus) y almejas de agua dulce (Diplodon sp.), más fragmentos de huesos del cráneo, espinas y vértebras de peces como tararira (Hoplias malabaricus), sábalo (Prochilodus platensis), boga (Leporinus obtusidens), chanchita (Cichlasoma facetum), bagre amarillo (Pimelodus clarias) y armado común (Pterodoras granulosus). Las vértebras presentaron evidencias de haber sido expuestas al fuego, posiblemente señal de que los pescados fueron asados. Fragmento adaptado por Aprendelta del texto de Gustavo G Politis, Mariano Bonomo, Violeta Di Prado. Fotos B y C. Instrumentos óseos y vasijas hallados en Los Tres Cerros.
*Aprendelta. Grupo de investigadores y docentes pertenecientes al Instituto 3iA -UNSAM, UBA y CONICET. El Programa de Educación Ambiental Aprendenta lo llevan a cabo en las escuelas del Islas desde el 2008. Han ganado el Programa del Voluntariado Universitario, Un Premio Ramsar llamado “Humedales para el futuro” con los que lograron hacer el libro de Patrimonio Natural y Cultural de las islas que fue premiado por la GAEA como mejor obra científico original del año 2012 y otro la Guía de animales, plantas y hongos de las islas.
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