ENTREVISTAS

Denuncian por abuso a un pai umbanda en Virreyes: “Yo estoy encerrada mientras él sigue como si nada”

Denuncian por abuso a un pai umbanda en Virreyes: “Yo estoy encerrada mientras él sigue como si nada”

Por Sabrina García y Manuela Herrera

La presentación de la denuncia fue realizada en marzo en la Comisaría de la Mujer de Martínez. A partir de la viralización del caso, otras personas denunciaron haber sido víctimas del pai umbanda.

Agustina denunció que hace tres años atrás el pai Héctor Leonardo Ponce, alias Tomi, la violó. Tras cometer el abuso, la amenazó para que no hable, algo que cumplió por temor. Ahora logró contarlo e hizo la denuncia. Vive encerrada por miedo y con un botón DAMA por si aparece. Mientras aguarda que el poder judicial avance en la causa, habló para San Fernando Nuestro para alertar a otras posibles víctimas.

Ella y ‘Tomi’ se conocieron en el año 2016. Él es un pai umbanda y su familia lo contactó para hacer una limpieza en su casa porque “se escuchaban ruidos extraños”. La relación se volvió cercana: “Era como un tío en la familia, digamos”, asegura. Una vez, y producto de la situación vulnerable que atravesaba porque su madre había fallecido y no lograba encontrar trabajo, el religioso la invitó a tirarle las cartas para ver qué tipo de limpieza necesitaba.

La joven y el pai son además vecinos, viven a cuatro cuadras de distancia. Esa noche accedió a ir. Ponce le tiró las cartas y luego le dio algo de beber, supuestamente era algo vinculado a la “limpieza” que le estaba haciendo. “Me empecé a sentir rara. El cuerpo no me respondía, tenía como un hormigueo. No podía hablar”, relata Agustina. Fue allí cuando él trabó la puerta y la arrastró hacia el cuarto. De esa noche tiene recuerdos sueltos. No sabe cuánto tiempo pasó en esa casa pero recuerda que la violó y que mientras lo hacía la amenazaba para que no diga lo que estaba pasando. Luego la arrastró hasta su casa porque no podía caminar bien.

“Lo siguiente que recuerdo es que me desperté con un dolor de cuerpo insoportable, se me caía el pelo de mechones porque él me había arrastrado del pelo”, recuerda. Lo único que atinó a hacer fue comprar la pastilla del día después y callar. Lo que siguió fue otro calvario que duró tres años.

Cuando despertaste ¿Fuiste consciente de lo que había pasado?

Sí, pero tenía mucho miedo por lo que él me decía. Mientras él cometía el abuso me decía que me iba a pegar un tiro, que tenía contactos, que esto quedaba entre nosotros y que era un secreto. Entonces cuando yo me despierto al otro día trato de hacer como si no pasara nada. Me acuerdo de la sensación de suciedad que sentía, me llegué a bañar cinco veces por día. Tenía mucho miedo de hablar por mi nene (Agustina tiene un hijo que en ese momento tenía ocho años). Me psicopateó mucho con el tema de la religión también. Era la primera vez que yo tenía contacto con algo así y realmente creía que él tenía el poder de hacernos daño de esa forma. Fue mucho abuso psicológico.

“Un par de días más tarde lo vi en la puerta de mi casa haciendo una “limpieza” al auto de mi papá. Me empecé a sentir mal, le pedí que se fuera y me dijo ‘vos no vas a hablar porque nadie te va a creer'”, recuerda Agustina y relata los constantes hostigamientos que recibió de su agresor a lo largo de estos años: “Vivimos a cuatro cuadras, me lo cruzaba en los negocios, en la calle. Cada vez que me veía me hacía gesto con la mano en el cuello, me escupía, me llegó a tirar piedras cuando yo pasaba en moto y encontré un montón de gualichos en la puerta de mi casa”.

¿Cuándo pudiste contarlo por primera vez?

Fue para esa época. Él llamó a mi pareja de por ese entonces, le dijo si podía ir que le iba a contar algo de mí. Cuando fue y él le dijo que yo me le estaba tirando y le mostró fotos mías desnuda. Ahí caigo en cuenta de que esta persona me había sacado fotos mientras me tuvo en su casa, como creando una estrategia de que era yo la que lo buscaba a él. Le ofreció a mi pareja hacerme un “trabajo” para que yo lo deje a él y siga con ella.

Cuando mi novia viene y me cuenta eso me quería morir. Empiezo a temblar por el terror que le sentía. Le conté lo que había pasado pero le pedí que por favor no hable. Da la casualidad que ella después tiene un accidente en moto y se quiebra una pierna, y yo me sentía re mal porque decía “esto es porque hablé, porque lo conté”. Entonces me seguí callando.

¿Cuándo decidís hacerlo público?

Un día, a mediados de marzo, yo paso por al lado y él me escupe. Y yo lo escupí. Ahí él sintió que yo le perdí el miedo. Entonces al otro día escucho que mi perra ladra de una forma que nunca ladra, salgo al pasillo y lo veo. Él vino para que yo lo vea y no hable. Pero generó todo lo contrario.

Agustina vive en el mismo terreno que su padre y hermano que vende comida. Supuestamente ese día Tomi había ido a comprar comida. Esperó a que se fuera y le suplicó a su hermano que no lo atienda más. “No le quería contar todo porque tenía miedo que le pase algo”, cuenta. Su hermano cumplió en la entrega y le avisó al pai que no le vendería más comida, cuando éste e consultó por qué le respondió “vos sabes por qué”. Sin embargo al día siguiente volvió a presentarse en su casa y en esa oportunidad se metió hasta la puerta de la casa de su víctima. “Cuando lo vi sólo atiné a sacarlo a palazos”, recuerda y agrega que finalmente le pudo contar toda la verdad a su hermano y luego presentó la denuncia en la Comisaría de la Mujer de Martínez.

La causa pasó a la fiscalía de San Fernando a cargo de la doctora Bibiana Santella, a partir de allí actuó el área Política de Género del Municipio de San Fernando. “Ellos me ayudaron un montón, me brindan asistencia psicológica y me dieron un botón DAMA que tuve que activarlo dos veces porque, a pesar de la cuarentena, él anda como si nada por la calle. La segunda vez yo volvía del Centro La Unión a donde me había ido a atender y me lo crucé por la calle. Me hizo el gesto de siempre, como que me iba a cortar el cuello”, comenta Agustina y detalla que este último episodio ocurrió esta semana.

El caso tomó estado público a través de las redes. Allí Agustina recibió varios testimonios de otras mujeres que relataron situaciones similares, incluso una de ellas le contó que debió mudarse por miedo. “El barrio está muy indignado con todo esto”, asegura Agustina quién espera que la justicia actúe. En su poder tiene una perimetral y el botón DAMA. “Quiero destacar el acompañamiento que recibo por parte del área de Política de Género del Municipio, de mi abogada, María Eugenia Mellano, que me ayudó de manera gratuita para que pudiera tener la perimetral”, destacó.

Finalmente Agustina aseguró que la última vez que tuvo contacto con la fiscal fue a principios de abril: “No me han notificado de ningún avance. Yo estoy encerrada mientras él sigue libre y como si nada. Siento que voy a poder empezar a dedicar tiempo a recuperarme cuando él esté preso. No duermo tranquila sabiendo que él está suelto”, declara Agustina. Pero también agrega: “Sentir el apoyo de otras mujeres, cada una aportando desde las herramientas que tiene, es como un abrazo para mí”.

Quiénes deseen aportar información que sume a la causa se pueden poner en contacto con ella mediante su cuenta de Instagram: @agustina1991


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