Ariel Suárez: “La cabeza juega un rol fundamental a la hora de remar”

by Sabrina Garcia | 2 diciembre, 2014 12:10 am

Por Sabrina García


Ariel Suárez es remero, alcanzó la medalla de oro en los Juegos Panamericanos y participó de los Juegos Olímpicos de Londres en 2012. Es un hombre con mucha humildad, habla del barrio, de su vida, sus sueños y esperanzas. No deja de sorprender con sus anécdotas que hablan de lo cotidiano y lo inhabitual, de lo simple a lo complejo. Ariel visitó los estudios de Fm La Barca para ser entrevistado en el programa Encuentro San Fernando.

“Soy un deportista, es lo que hago todo el día”, así se define este campeón y agrega: “Mi historia es atípica. Mis padres nunca remaron y no empecé de chico. Empecé a los 20 años cuando todo el mundo me decía que me dedicara a otra cosa”. Comienza a relatar la historia de su vida y te va atrapando.

Ariel vivía en el barrio San Lorenzo en Virreyes. Su padre trabajaba en la Municipalidad, se encargaba de hacer el mantenimiento a la Plaza Mitre; por las tardes, Ariel junto a su hermano, lo acompañaba a hacer jardines: “Soy un pibe de barrio. A los 14 años fallece mi viejo y para ayudar a mi familia tuve que salir a trabajar”, recuerda este gran deportista.

Llegó a vender lombrices y sandías en la colectora del Acceso a Tigre. Estudiaba, iba todos los días al gimnasio: “Me gusta hacer fierros”. Trabajó en un club, en una panadería y los fines de semana hacía tareas de seguridad en un boliche. “A los 20 me descubrió mi actual entrenador de remo. Hasta ahí estaba haciendo la secundaria para adultos, trabajaba en una panadería y de seguridad en un boliche”.

Quien lo descubre le propuso remar, algo impensado en él. Algunos lo alentaron y otros le decían que ya era grande para comenzar una carrera como deportista. Ariel pensó en que con el remo podría viajar y eso lo motivó: “Terminaba de trabajar en los boliches y me iba a remar”, recuerda y agrega: “A los 20 años ni siquiera remaba y menos me imaginaba que iba a llegar a un cuarto puesto en los Juegos Olímpicos”.

Recuerda que no sabía nadar: “Lo más cercano al río hasta ahí era un par de veces que mi padre me había llevado a pescar”, dice por lo que “la prioridad al principio era que aprendiera a nadar porque las primeras salidas se me complicaba mucho cuando me daba vuelta con el bote”. Es más, al principio tuvo que remar con chaleco salvavidas que dejó huellas en su piel.

“A los seis meses de empezar con el remo corrí el campeonato argentino, lo gané y a los seis meses después corrí mi primer mundial en Munich”, expresa Ariel y añade que su sueño de pibe era conocer Alemania.

Él, como otros deportistas de alto rendimiento, dedican muchas horas al entrenamiento. Al respecto nuestro invitado comenta sobre el acompañamiento que recibe del Estado nacional para poder dedicarse completamente al deporte: “Hay un antes y un después del 2010 para el deporte de alto rendimiento. Antes tenía que trabajar de otra cosa para vivir y ahora no: vivo de esto”.

Padre de dos niñas, dedica los inviernos de Argentina a competir en Europa: “Se hace duro estar lejos de la familia por tantos viajes de competición. Hay cosas que me las pierdo y no las recupero”, explica y recuerda que ha dejado a sus hijas recién nacidas con su mujer para poder ir a remar.

“Me encanta lo que hago. Disfruto del remo y todos los días agradezco esta posibilidad”, acota Ariel, quien dice ya no imaginarse trabajando en la panadería o en una fábrica: “Tengo la suerte de estar al aire libre haciendo lo que me gusta”.

El deportista tiene una vida acotada como profesional del deporte. Ariel comenta sobre lo que sueña para después: “Me gusta el mundo de la dirigencia, dar clínicas, charlas. Como deportista me guío mucho por las sensaciones y eso lo digo en las charlas ‘cuál es la sensación que debe sentir el deportista mientras rema’ y después sale la técnica” .

Entre las anécdotas que cuenta hay un par especiales: llegó a competir fracturado, o recién salido de una internación que duró dos meses: “La cabeza juega un rol fundamental a la hora de remar. Llegué a correr con la mano fracturada en 2010 y quedé entre los mejores 10 del mundo”.

Para terminar le pregunté cuál era su lugar de encuentro en San Fernando: “La casa de mi vieja, tomar mate en la vereda al costado del Acceso”, concluye este gran deportista que nada lo detiene.

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