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Juicio de los Obreros: Mauricio Villalba

Juicio de los Obreros: Mauricio Villalba

Por Sabrina García

El llamado “juicio de los obreros” es el onceavo de la megacausa de Campo de Mayo que comenzó el 8 de julio del corriente, en la sede del Tribunal Oral Federal 1 de San Martín. Este juicio es oral y público y comenzó con las víctimas, trabajadores, y en algunos casos sus familiares, del astillero Astarsa. Continuarán con las víctimas del astillero Mestrina, de los establecimientos ceramistas Cattáneo y Lozadur y de la metalúrgica Bopavi.

Entró nerviosa, caminó hasta la silla regalando sonrisas cómplices a cada uno de los que a su paso veía, se sentó, juró con firmeza decir la verdad. Tenía mucho por decir, sus ojos inquietos así lo demostraban. Abrazada a la foto de su padre comenzó a prestar declaración.

Lo que siguió fue el relato de la vida de un hombre, padre de seis chicos, trabajador de uno de los astilleros más importantes del país que por defender la vida terminó encontrando la muerte en manos del Estado.

Mauricio Villalba, el gordo, como lo apodaban sus compañeros, era divertido, de carácter fuerte y por ser mayor sus compañeros lo tomaban como referente. Éstas cosas se desprenden de la declaración de su hija Graciela Villalba y de un compañero de Astarsa que en el día de hoy les tocó declarar por la causa 11 Campo de Mayo y que todos la conocen como el Juicio de los Obreros.

El 25 de mayo de 1976, a las 2.30 de la madrugada entraron pateando la puerta. De forma violenta y frente a sus cinco chicos menores se lo llevaron. A salir tomaron una escopeta y una cartuchera con balas. Cartuchera que encontrará días después en la comisaría de Garín, lugar lugar donde estuvo detenido, según el relato de un ex preso.

Graciela, con apenas 22 años, comenzó una búsqueda. La acompañaron familiares y la mujer de otro compañero desaparecido. En su relato es imposible no imaginarse a aquella joven, llena de sueños, recorriendo comisarías, destacamentos militares, Balcarce 50 (domicilio de la Casa de Gobierno) y demás lugares que le pudieran dar una pista, una información, que le permitiera reencontrarse con su padre.

Nombres, lugares y relatos de malos tratos son los que detalladamente brindará en su testimonio. En marzo del ´77 desde la Comisaría Otero de San Fernando le confirman la muerte de Mauricio. En esta ocasión a Graciela no le alcanza con apretar la foto de su padre, su voz se quiebra y recuerda: “Estaba como NN en un cajón común. Lo cambiamos de féretro, el mismo que compramos con el dinero que juntaron sus vecinos del barrio. Todos muy humildes que juntaron lo que tenían para ayudarnos”.

Años más tarde, y por el comentario de un empleado del cementerio, descubre que ese cuerpo no pertenecía a su padre. Esto posteriormente fue confirmado por un cuerpo de antropólogos.

El horror se hace presente en el relato pero ella está calma, intenta recordar cada cosa, cada palabra, cada lugar. La declaración duró más de una hora y los allí presentes nos estremecíamos con el relato. Imposible no sentir dolor.

– Quiere agregar algo más?, le preguntó el Juez.
– Sí, contestó segura.

“Tenía 22 años cuando se llevaron a mi padre y una vida por delante, sueños, quería casarme, tener hijos. Hoy tengo 60 y me doy cuenta que dediqué mi vida a buscarlo, a querer saber la verdad, a tener justicia. Le prometí que me sentaría frente a sus asesinos y 38 años después no lo he logrado”.

Le sesión continuó con otras declaraciones. Me quedé con sus últimas palabras. La última dictadura militar se llevó más que 30.000 desaparecidos. Conmocionó la vida de sus familiares y apagó los sueños de un pueblo. Más que nunca es necesario construir desde la memoria, perseguir la verdad y tener justicia. Nunca más.


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