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El obispo de San Isidro es el nuevo presidente del Episcopado

El obispo de San Isidro es el nuevo presidente del Episcopado

De estrecha relación con Francisco, el obispo de San Isidro y titular de Cáritas, Oscar Ojea, fue elegido por sus pares, en una tercera votación, y reemplazará al arzobispo Arancedo; Poli se autoexcluyó.

Con el respaldo de sus pares, el obispo de San Isidro, monseñor Oscar Ojea, fue elegido nuevo presidente del Episcopado, con mandato hasta 2020. Reemplazará al arzobispo José María Arancedo, que cumplió su segundo período, tras una votación que reunió en Pilar a los 89 obispos titulares y auxiliares de todo el país. Lo acompañarán en la comisión ejecutiva el arzobispo de Buenos Aires, cardenal Mario Poli, como vicepresidente primero; el obispo de La Rioja, Marcelo Colombo, como vicepresidente segundo, y el obispo de Chascomús, Carlos Malfa, que fue reelegido como secretario general.

La elección de monseñor Ojea se realizó esta tarde en el marco de la 114ª Asamblea Plenaria del Episcopado, que desde ayer y hasta el sábado se desarrolla en la casa de ejercicios El Cenáculo-La Montonera, de la localidad bonaerense de Pilar.

Ojea, de 71 años, presidió en los últimos seis años la institución Cáritas, el brazo social de la Iglesia, y se consolidó como una de las voces de mayor predicamento en la Iglesia, en el campo social. De estrecha relación con el papa Francisco, de quien fue uno de sus obispos auxiliares, tiene una fuerte ascendencia entre los obispos más jóvenes y, particularmente, entre las nuevas generaciones de sacerdotes. Denunció reiteradamente en sus homilías y pronunciamientos el escándalo de la pobreza y las situaciones extremas de exclusión social, en sintonía con el pensamiento y la línea de Francisco.

En 2009 Ojea asumió como obispo coadjutor de San Isidro, donde dos años después sucedió como obispo titular a Jorge Casaretto, y enfrentó fuertes desafíos en una diócesis conmovida por casos de sacerdotes implicados en casos de pedofilia. No dudó en separar a varios curas acusados y promovió el acercamiento de la Iglesia con las víctimas y sus familiares. Identificó reiteradamente los casos de abusos con la manipulación del poder y el maltrato físico y psicológico contra los más débiles y, en sintonía con la política de tolerancia cero, llamó a superar “las redes de silencio familiares e institucionales”.

Fuente consultada: Mariano De Vedia para La Nación y AICA


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